28 marzo, 2024

La historia del argentino que robó la Mona Lisa

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Los primeros que se interesaron en la Gioconda no vieron la sonrisa adusta de la mujer, su mirada calma o ese pelo lacio que le pega sobre las sienes…

El autor intelectual del hurto fue un argentino. Eduardo Valfierno, más conocido como el Marqués de Valfierno, fue el mentor detrás del robo más famoso de la historia del arte, ya que buscaba hacer copias de la pintura italiana para venderlas como originales. Aunque el autor material del delito fue Vincenzo Peruggia.

La pintura de Da Vinci pasaba inadvertida en el gran museo del Louvre, en la capital francesa, como una más de las miles de obras pictóricas y esculturas que logran atosigar a los fanáticos del arte. En sus recintos palaciegos se podían apreciar obras aún más famosas, como la Venus de Milo, la Victoria Alada o la Libertad guiando al pueblo, la gigantesca pintura de Delacroix que eriza todos los pelos del cuerpo.

Los primeros que se interesaron en la Mona Lisa no vieron la sonrisa adusta de la mujer, su mirada calma o ese pelo lacio que le pega sobre las sienes. No. Fueron al Louvre exclusivamente a ver un espacio vacío, la huella de un marco ausente, la falta de una pintura que se habían robado y que, por eso, se había convertido en un ícono para el mundo.

Sólo después, cuando el cuadro regresó a su ubicación original, fueron miles los que se apiñaron contra las vallas para conocer más de cerca al rostro que había generado tantas historias en la prensa.

El 21 de agosto de 1911 era lunes y el museo estaba cerrado. Peruggia no necesitó de grandes planes o un ingenio superlativo para hacerse con la pintura. Ingresó al establecimiento a las 7 de la mañana vestido con el atuendo blanco que usaban los trabajadores de mantenimiento del Louvre, descolgó la pintura sin ser interceptado y la separó del marco. Luego, salió del lugar con el cuadro escondido entre la ropa y, más tarde, lo escondió en una valija.

Peruggia ya había trabajado en el museo colocando el vidrio que protege a la Mona Lisa, por lo que aún conservaba el uniforme de los empleados del lugar y conocía todas las fallas en la seguridad para resguardar las pinturas. Una cuota de suerte también colaboró en que saliera del museo sin ser visto.

Según se afirma, nadie notó la ausencia de la pintura hasta el día siguiente, cuando el pintor y restaurador del museo Louis Béroud vio que la pintura faltaba y alertó a las autoridades, que cerraron el establecimiento por una semana y comenzaron las investigaciones.

Aunque no era la primera vez que se robaban una pintura del Louvre, ésta fue la primera ocasión en que un robo llegaba a los medios de alcance internacional, que hicieron una amplia cobertura de las investigaciones para hallar el retrato.

Dos años y ciento once días después, mientras el Louvre batía récords de audiencia por los espectadores que iban a ver el hueco de La Mona Lisa, el cuadro fue recuperado gracias a la detención de Peruggia, cuando intentó vender el cuadro original al director de la Galleria degli Uffizi, Alfredo Geri y éste dio aviso a la Policía.

Entre sus argumentos, el ladrón, que no era conocedor de arte, afirmó que su intención era, como inmigrante italiano, de devolver el cuadro a su verdadera patria y removerla de manos francesas.

Aunque argumentó que pensó que Napoleón había robado la pintura de Italia y que su misión era regresarla a casa, lo cierto es que el cuadro había sido comprado por Francisco I de Francia en el siglo XVI, por una gran suma de dinero.

Sin embargo, Peruggia también confesó que había sido manipulado por un estafador, y ahí es donde el nombre de Valfierno entra en escena. Aunque no existen documentos que prueben siquiera su existencia, su historia se remite a un artículo publicado en el Saturday Evening Post en 1932 por el periodista Karl Decker, quien aseguró que este hijo de terratenientes había sido el autor intelectual detrás del robo de arte más famoso del siglo.

La leyenda afirma que Valfierno nació en Buenos Aires en 1850 y llevó una vida de lujos excesivos que lo dejó en la bancarrota y lo llevó a vender obras de arte y antigüedades de su familia.

Cuando los objetos se acabaron, entendió que podía vender obras falsas al mismo precio y generar una nueva fuente de ingresos. Así, se trasladó a París, donde se adosó el título de Marqués y comenzó a soñar más en grande.

¿Qué pasó con Peruggia? Recibió una pena de un año y medio de prisión y apenas cumplió 7 meses tras las rejas. En su Italia natal fue considerado casi un héroe, que quiso devolver parte del patrimonio nacional a su tierra. Después, el olvido. Sólo se sabe que falleció en 1947.

¿Y con Valfierno? El marqués argentino y su socio viajaron a Los Ángeles, donde generaron una inmensa fortuna vendiendo cuadros falsos de la Mona Lisa. Antes de morir, en 1932, ofreció una entrevista para relatar el verdadero origen de los más de 30 millones de dólares que acumuló y hasta la identidad de los seis coleccionistas que habían pagado 300 mil dólares cada uno para colgar en su pared lo que – pensaban- era la auténtica.

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