28 marzo, 2024

“No entiende esta guerra quien no nació en Ucrania”

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Así lo afirmó el sacerdote Roman Zamikhovskyi (47) que cumple tareas pastorales en San Vicente, Andresito, y Jardín América. Nació en Lviv (Ucrania) y está radicado en Argentina desde 2009.

Si bien “nunca estuve en una guerra, no me atraen las armas y no sé cómo usarlas”, el sacerdote ucraniano Roman Zamikhovskyi (47) sabe lo que es vivir bajo una constante opresión soviética. Recuerda que lo padeció desde niño, desde cuando iba a la escuela. Rusia es para él, un fantasma que desde siempre “sobrevoló” su vida. En medio de sus actividades pastorales y educativas, hizo una pausa para contar a Ko’ape, sobre su experiencia y sus pareceres. Se mostró “triste, angustiado, preocupado” porque su tierra natal “está sangrando”.

Nacido en Lviv, la capital cultural de Ucrania, manifestó que “cuando uno nace en un lugar, aprende todo, no sólo de cultura, historia o ciencia, sino también sobre la ideología que existe en ese espacio específico. En ese lugar, que es Ucrania, mi país de origen, siempre nos enseñaban que querían unificar, que desaparezca cualquier nacionalidad, y que seamos solamente ciudadanos soviéticos”.

“Acá, cuando los alumnos ingresan al colegio, siempre saludan a la bandera. Cuando nosotros entrábamos, desde el jardín de infantes, nos obligaban a saludar a la imagen de Vladímir Ilich ‘Lenin’ Uliánov– principal dirigente bolchevique de la Revolución de Octubre de 1917-, el personaje que inició la revolución, el que inició el comunismo, primero en Rusia y después en otros países. En 1921 apareció también en Ucrania y comenzó a colonizar al pueblo ucraniano, obligando a trabajar en una especie de cooperativas. A quienes se oponían, los llevaban a los campos de concentración como los enemigos del comunismo”, comparó, quien fue ordenado sacerdote hace casi 23 años, y reside en la Argentina desde 2009.

Sostuvo que “trataban de inculcarnos en la mente que no somos ucranianos, sino soviéticos, como hermanos menores de los rusos. Siempre nos obligaban a hablar en ruso. La cultura arqueológica ucraniana, que se denomina Tripilia, es como la Inca, existente en Latinoamérica. Cuando hacen excavaciones para construir edificios aún encuentran restos de tazas, joyas, bases de viviendas, lo que da lugar a pensar, ¿si nuestra cultura es tan antigua porqué tenemos que sufrir tanto?”.

Y agregó: “Es que, a lo largo de la historia, Ucrania sufrió muchas invasiones. Estuvimos bajo el reinado de los austrohúngaros, los polacos, los lituanos, y cuando nos liberamos, nos independizamos, vinieron los rusos y formamos parte de la Unión Soviética. Para poder dominarnos, llevaron a cabo el Holodomor, que es el hambre artificial, donde murieron más de diez millones de ucranianos, donde te sacaban todo, hasta las últimas semillas que tenías para sembrar el año venidero, y todos sabemos eso. Por eso cuando miramos las noticias, vemos que el pueblo ucraniano tiene ese sentido de pertenencia a su Patria. Creo que esto está en la sangre, en la genética, que nosotros vamos a defender a nuestro país. Y gracias a Dios, el pueblo ucraniano es unido. Podemos pelearnos, dividirnos en partidos políticos, pero cuando tocan a nuestra patria, vamos a estar hombro con hombro, defendiéndola”.

Para el religioso, que tiene a su cargo las parroquias ucranianas de San Vicente, Comandante Andresito y Jardín América, “ellos -por Rusia- no podrían quitarnos ese patriotismo -porque no es fanatismo, es patriotismo, con el que la población va a proteger a nuestra Patria. No pudieron hacerlo cuando daban clases, cuando nos obligaban a saludar a Lenin y leer las estrofas del saludo, no lo harán ahora. Tenemos un mandato, en primer lugar, está Dios, en segundo la patria, y luego, la familia. Esas son las tres cosas más importantes en la vida de cualquier ucraniano. Por eso cuando los primeros inmigrantes llegaron a Argentina y a Misiones, trataron de construir esas capillas, esas iglesias, para poder estar en comunicación el uno con el otro, en la oración, en la comunicación, en la participación, en la ayuda, porque no fue fácil llegar a un país extranjero, estar en las chacras, lejos unos de otros, en medio de la selva, y sin esa comunicación. Por eso la iglesia fue siempre para ellos, ese nexo, en Argentina, y en cada lugar adonde fueron los ucranianos, porque están en todo el mundo y poseen comunidades muy grandes”.

Como consultor psicológico, indicó que “estoy en condiciones de decir que lo que padece este hombre- por Putin- es una esquizofrenia porque una persona sana y saludable no va a tener ese hambre insaciable de invadir a un país, de cometer esas injusticias, derramar sangre de tantos civiles. El proyecto de Putin fue invadir Ucrania y cambiar todo en un solo día, pero las cosas no le resultaron fáciles, y eso potencia su ira”.

Según Zamikhovskyi, para que una persona pueda entender esa guerra, “tendría que nacer en Ucrania. Porque una parte de la población es propensa a manipularse a través de las redes sociales o a través de las formas de comunicación, depende del canal que se mire. Esa guerra de la que todos hablan, no fue iniciada el 24 de febrero, sino en 2014, cuando Rusia invadió Luhansk y Donetsk, las dos provincias más ricas de Ucrania. En ellas está la concentración de industrias, las fábricas más grandes, como la de uranio, que se usa para la fabricación de las bombas atómicas. Pero cuando ellos vinieron, destruyeron todo”.

Entiende que “quieren destituir al gobierno actual y poner a sus títeres. Pero eso no va a pasar. No pueden cambiar el chip de la gente. Desde el primer día en que Rusia invadió a Ucrania, nadie escapó. Quienes se van son las mujeres y los niños, porque los hombres se alistaron para el ejército, después que el presidente de la nación, Volodimir Zelenski, convocara a quienes tuvieran entre 18 y 60 años. Aunque no creo que hiciera falta esa convocatoria porque toda la gente sale a la calle para proteger a su país”.

Comentó que cuando escuchó la noticia sobre la invasión, “fue como que toda mi vida se pasó por mi cabeza, como una película, los lugares, las fotos, la belleza, todo eso se me cruzó en un minuto. Y el dolor en el pecho lo sigo sintiendo con el paso de los días. Cuando miro los noticieros, sin querer, estoy llorando. No puedo guardar esa tristeza, es un sufrimiento, además sé que estoy muy lejos de mi patria. Es difícil comunicarse”.

Se quiebra y deja escapar una lágrima, al referirse a sus familiares, particularmente de su único hermano, de quien no tuvo noticias por varios días. Admitió que estaba “bastante triste, angustiado, preocupado, porque mi hermano no contestaba. Imagino que el mal funcionamiento de Internet dificultaba las comunicaciones, era lo que quería imaginar. Los primos me escriben que compran la comida y la dejan en los sótanos porque a cada rato suena la alarma invitando a que la población baje a los escondites y estén resguardados. Pero no van a doblegar el espíritu de los ucranianos. No podrán. Prueba de ello es la cantidad de hombres y mujeres que se inscriben en las filas del ejército”.

Sobre el Presidente dijo que “es una persona adecuada y suficiente. Todos se burlaban porque era un actor cómico, un payaso que será un títere más de Moscú. Pero defiende a su país, estando en su lugar y cumpliendo su rol de manera excelente. Siempre comunica lo que ocurre. Fue electo con el 73% de votos. Destaco su capacidad de dirigir el país y de unir a todos en un solo equipo”.

Advirtió que, en su casa, como en la mayoría de los hogares ucranianos, siempre tuvieron iconos de los santos y de la Virgen María y que su mamá, que falleció cuando recién había llegado a nuestro país, “siempre me pedía que no dijera nada, que no contara que teníamos esas imágenes religiosas, por temor a represalias. Pero crecimos sabiendo que algún día, Ucrania sería libre, independiente de la Unión Soviética. Y ese día llegó el 21 de agosto de 1991. El pueblo ucraniano decidió separarse. Pero, lamentablemente, desde aquel momento, el hambre insaciable que tienen ciertos políticos rusos -no todos son malos- no tuvo miramientos”.

Ahora, Ucrania está sangrando. Durante el tiempo que las tropas rusas vinieron a la frontera para, supuestamente, “completar entrenamientos”, muchos infiltrados ingresaron a Ucrania “para cerciorarse sobre las bases del ejército o lugares estratégicos, marcando los blancos, posibilitando que la bomba se dirija al lugar señalado. No es que tiran al azar, todo está planificado. Siempre nos tildaron de tontos, que no tenemos la inteligencia suficiente, y ahora se enfrentan con esta gente”, subrayó, quien se informa de las noticias solamente a través del canal oficial ucraniano.

El porqué de la vocación

Contó que cuando terminaba el colegio secundario, todavía en tiempos del comunismo, un amigo lo invitó a integrar un grupo juvenil. “Nos juntábamos en una casa, venían chicos de mi edad con quienes jugábamos, hablábamos, aunque los primeros tiempos solo los miraba tímidamente. Luego venía un señor, que después supe, era sacerdote. Nos daba catequesis, y me invitó a ser monaguillo de un obispo, entonces todo el secundario anduve de misa en misa, y en aquel tiempo que salió a la luz la iglesia greco-católica ucraniana -hasta ese momento prohibida por el comunismo- el obispo rezaba hasta tres misas por domingo en diferentes pueblos. En la tercera celebración ya estaba muy cansado, pero las palabras de este obispo fueron tan exactas, que me llegaron al corazón. Y eso fue lo que me llevó a ser sacerdote. Ingresé al seminario y después de seis años egresé y este año voy a cumplir 23 años de sacerdocio”.

Después de ser ordenado, trabajó en Ucrania durante cinco años y luego viajó a Kazajstán, adonde iban a parar todos aquellos que tenían un pensamiento diferente en épocas de comunismo.

“Si tenías un pensamiento diferente y lo expresabas en la calle, te denunciaban, y te deportaban. Como sucedió con el cardenal Josyf Slipyj, que permaneció durante 18 años en prisión, y pudo resistir gracias a ese espíritu religioso, de santidad. Y a mi me convocaron para asistir a esa gente”, agregó, quien habla en ruso, ucraniano, polaco, inglés y castellano.

“Cuando fui a trabajar a Kazajistán, con la iglesia ucraniana, me comunicaba en ruso, en general. Fueron cinco años donde organicé una comunidad y construí una iglesia. Fui porque al obispado le había llegado una invitación y fue donde sentí el espíritu misionero. Tomé coraje, junté mis cosas, me senté en el tren y viajé durante tres noches y cuatro días hasta llegar a destino”, acotó.

Volvió después de un lustro de llevar a cabo allí su tarea pastoral, y en menos de un año “supe cuál sería mi nuevo destino. Primero decían que me enviarían a Washington, Estados Unidos, porque hablo el idioma, pero no me gustó y renuncié a la propuesta”.

Luego, de la misma manera, llegó la carta desde Argentina. Arribó al país con el ahora patriarca Sviatoslav Shevchuk. Desde aquel momento “vivo y crezco acá, fortaleciendo, ayudando, escuchando, acompañando a la gente, tratando de estar siempre presente”.

Aseguró que “es por el amor a mi patria que vine a la Argentina. Vi en Kazajistán que no fue fácil cuando te sacan de tu tierra natal y te llevan a otro lado. Me imagino que la persona tenía que escapar o buscar un mejor destino, no vino con gran alegría, sino con tristeza porque tenían que dejar a su país y buscar una mejor vida. Ese amor a mi patria, es el que demuestro al trabajar por y para los ucranianos que están en Argentina”.

Como sacerdote apunta siempre a la comunicación, a la escucha, “para poder unir a la gente. Mis homilías están dirigidas al amor, que siempre tenemos que demostrar el amor hacia el otro, pero nunca olvidarse de la patria. Mi creencia es que el mal no dura mucho. Pido que Dios abra el corazón del ejército ruso, que comprendan que su líder político no es una persona sana, que los lleva a la destrucción, porque, prácticamente, todo el mundo está contra Rusia. Mi esperanza que todo acabe pronto, van a sufrir, van a morir, pero ese espíritu que tienen los ucranianos no va a permitir la destrucción”.

Amigable con la tecnología

Zamikhovskyi se considera “tecnológico”, aunque, entre risas, aclaró que “para ser hacker no llego. Pero me encanta la tecnología al punto que descargué en la Tablet los evangelios del Nuevo Testamento, que utilizo para leer en la santa misa”, cosa que, en los primeros tiempos, era vista por los fieles de manera llamativa. Además, consideró que es una manera de contribuir con la ecología, evitar la tala de árboles. “Estoy de acuerdo que los alumnos vayan a clases y tomen nota con sus Tablet, pero estamos lejos de eso”, dijo.

Egresado del Instituto Superior de Estudios Terciarios y Técnicos (ISET), de Posadas, se define inquieto, y con mucha energía, lo que lo llevó a tener un programa de radio en el que habla de su profesión; estar al frente del Instituto Privado Católico “Ceferino Namuncura”, de San Vicente, además de atender su consultorio psicológico.

“Estoy en constante movimiento. Doy clases, leo, preparo charlas. Al consultorio, donde me desempeño como profesional, viene mucha gente, no sólo por la parte humana, sino que también necesita esa contención espiritual”, aclaró.

Después de tanta experiencia adquirida, Zamikhovskyi sugirió que “me gustaría llevar una vida más tranquila, aunque no sé si voy a poder lograrla porque tengo muchos proyectos, muchas ideas por desarrollar, soy muy inquieto, me invitan a formar parte de equipos de profesionales, algunos analizo, a otros los descarto. Porque el fin es siempre crecer, no quedarse en el tiempo, y es lo que deseo a todos. Me parece que siempre hay que hacer algo para dejar una huella en la historia”.

Para finalizar, y al referirse a su tierra de origen sentenció que “Ucrania, más allá de ser mi patria, significa un país rico, cultural y un país que siempre va a crecer. En base a lo que tienen, siempre van a multiplicar, la inteligencia, la economía, van a reconstruirse, porque tienen ese espíritu”.

“También fui criticado, no todo fue de maravillas”

La carrera de consultor psicológico la cursó mientras se desempeñaba al frente de la parroquia San Pedro y San Pablo, de Leandro N. Alem. Y para poder asistir a clases y volver a destino, “me compré una moto Rouser 220, que es pesada y rápida. Es que las clases se dictaban diariamente de 19 a 22, por lo que después regresaba a mi lugar de aquel entonces. Sé que no cae bien a todos el hecho de tener a un sacerdote tan moderno. También fui criticado, no todo fue de maravillas, pero no me quedé en el tiempo. La gente se fue adaptando y se creó un vínculo interesante. Ahora me llaman, me piden ayuda, consejos. Sin embargo, yo, en ese tiempo, estuve tratando de ir de acuerdo a los tiempos, de ir superándome, porque fue muy difícil adaptarme. Me superé con la ayuda de los mismo fieles. Muchos me ayudaron y lo siguen haciendo hasta hoy en día. Aprender castellano fue lo más difícil. Me llevó un año y medio para abrir la boca y animarme a hablar. Mucho fue en parte a que Alicia Staciuk fue una excelente maestra, y Carlos Titus, ayudaba a traducirme para que ella pudiera interpretarme”, explicó, quien también hizo un máster en comunicación y una diplomatura en comunicación no verbal a fin de poder leer los gestos.

Para no estar tan solo, lejos de los suyos, en 2013 viajó a Ucrania y trajo a su hermano, Dmitró, para que le hiciera compañía, pero regresó a su tierra poco antes del inicio de las manifestaciones del Euro Maidán​ ​ o la Revolución de la Dignidad.

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