29 marzo, 2024

“Si hay miedo o estrés no se puede aprender, eso se ve en las escuelas”

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La especialista en psicopedagogía Myriam Báez entiende que este año debería ser el año de la educación y priorizarse espacios de contingencia.

La mayoría de los alumnos misioneros volvieron a la escuela presencial, a los mismos horarios y con sus compañeros de siempre… pero todo es diferente, no sólo por todo lo vivido en estos casi dos años de pandemia sino también por el impacto que tiene el mismo protocolo para evitar los contagios en la dinámica escolar: chicos que no pueden acercarse entre ellos, rostros medio cubiertos, reducción de la comunicación no verbal y voces más apagadas.

El encierro de los primeros meses de cuarentena dejó secuelas en los chicos, pero también impactó sobre ellos la inmensa cantidad de información que recibieron sobre la pandemia.

Al respecto, Myrian Báez, magíster universitaria en psicopedagogía, indicó que “ya nadie es igual a lo que era antes de la pandemia y la escuela también cambió. No solamente los niños están en situación de estrés, también los adultos”.

A su entender, “los medios informaron tanto sobre el COVID-19 que no hubo tiempo para procesar tanta información. Las familias explicaron como pudieron, los niños escucharon y procesaron lo que pudieron y la verdad es que en muchas ocasiones vemos en la escuela y en los consultorios externos que hay miedos y situaciones donde no se pudieron adaptar”.

Miedo y estrés

Según remarcó, “no se puede aprender con miedo y estrés, esto trae aparejado cuestiones de aprendizaje, y eso es lo que se ve en las escuelas. Hay chicos que tienen miedo de relacionarse con los otros, todo lo relacionado con lo socio-afectivo sufrió un cambio y está sufriendo quiebres significativos”.

Báez recordó que la escuela es un espacio de socialización porque “más allá de los aprendizajes, contenidos y valores, se juegan muchas otras variables que tiene que ver con la posibilidad de estar con otro y compartir, que son la base del aprendizaje colaborativo. Todo esto sufre una ruptura, no sólo a partir del barbijo que más allá de lo incómodo que puede ser su uso tiene una significación simbólica fuerte de restringir el acercamiento a través de la palabra e implica también una especie de ruptura social porque el barbijo y el distanciamiento social se transformaron también en barreras para comunicarse y aprender, más allá que su aplicación tiene raíces en la necesidad de prevenir en salud”, reconoció.

A su entender, se priorizó la prevención sanitaria pero “se descuidaron las trayectorias cuidadas educativas, la escuela empática no pudo vincularse o revincularse con este niño que venía de un contexto donde iba a la escuela a disfrutar, cuando en la escuela había recreo, donde podían compartir la galletita, donde podían prestarse el lápiz… a una escuela donde la frivolidad se hizo carne. Hoy uno ve las filas larguísimas para ingresar a la escuela, ponerse gel… en vez del saludo de bienvenida los esperamos con el alcohol en gel y la pistola para tomar la temperatura. Son cuestiones a las que nos cuesta realmente adaptarnos”, analizó.

Dificultades de aprendizaje

Según explicó, los niños manifiestan sus emociones como pueden, “a veces simbolizan a través de juegos, dibujos y de fracasos aparentes, porque si hacemos una mirada muy lineal podemos decir que hoy hay muchos más sujetos que necesitan apoyo externo”. Es que, según indicó, “cuando los chicos no pueden tramitar el estrés, la angustia y los miedos de alguna manera simbólica hacen síntomas y el cuerpo los representa con incrementos de ansiedad, depresión, miedos, parálisis desde el punto de vista cognitivo porque no pueden aprender cuestiones de fácil resolución y a ellos les lleva mucho más tiempo”.

Sostener trayectorias cuidadas

Para esta magíster universitaria en psicopedagogía, que trabaja en varias escuelas de Itaembé Guazú, “faltan equipos para sostener las trayectorias cuidadas de los alumnos, esa sería una gran inversión”.

En este sentido, señaló que “hay que fortalecer a las escuelas no sólo con mobiliario sino también con acciones que les permitan llegar al otro desde la variedad de oportunidades. Necesitamos afianzar el uso de las TICS que vinieron para quedarse y propiciar estos espacios donde podamos seguir escuchándonos y sostener una inclusión educativa”.

A su entender, el año pasado fue el de la emergencia de salud y este año “debería ser el de la educación, el de organizar espacios de contingencia. No sé si hoy tenemos un espacio para aquellos que no tienen obra social, para aquellos niños que necesitan un acompañamiento externo a lo que puede dar la escuela”, reflexionó.

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