22 noviembre, 2024

De los flashes del box a ser un peligroso delincuente

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Hasta hace poco estuvo alojado en Loreto, pero protagonizó una pelea con otro reo y fue trasladado a Oberá. Una recordada fuga y la banda para robar a otros presos

Mauro Gabriel Meza -hoy de 35 años- se perfilaba como una promesa del boxeo obereño. Tenía condiciones y se destacó como amateur en una veintena de peleas, pero al final pudieron más la vida fácil, la mala junta y los vicios varios.

Empezó a robar y no sólo eso, ya que además abusó de varias mujeres a las cuales asaltó, delitos que lo posicionaron como un delincuente de extrema peligrosidad.

En agosto de 2010 el Tribunal Penal Uno de Oberá lo sentenció a 17 años de prisión por una serie de hechos acumulados, sin posibilidad de salidas transitorias porque ya era reincidente. 

Pero lejos de pasar desapercibido, en los años que lleva tras las rejas el expúgil no hizo más que ganarse enemigos, acumular sanciones internas y traslados.

El último incidente protagonizado por el obereño se registró hace una semana en la cárcel de Loreto, donde se trenzó en una brutal pelea con otro recluso.

Otros presos grabaron el incidente y las imágenes trascendieron los muros de la prisión, tras lo cual las autoridades del Servicio Penitenciario Provincial (SPP) decidieron reubicar a Meza en la Unidad Penal II de Oberá, donde es un viejo conocido.

“Si vuelve Meza, vuelven los problemas”, graficó un suboficial que conoce en detalle el prontuario interno del citado, quien en febrero 2012 se fugó de la cárcel obereña aprovechando el desconcierto de los guardias durante una gresca, al punto que se escapó por el portón principal sin forzar ninguna cerradura.

Meza se entregó cinco días después, no sin antes plantear varias exigencias a las autoridades. Es más, logró que el propio presidente del TP Uno, Francisco Aguirre, lo busque y traslade en su auto hasta el penal.

Negocio de la violencia

Tras la fuga de 2012, Meza fue trasladado por un tiempo a la cárcel de Loreto y luego regresó a Oberá, donde consolidó poder en base a la fuerza bruta, golpes y amenazas.

Además, fuentes internas reconocieron que gozaba de la consideración y hasta de cierta idolatría por parte de sus pares debido a la evasión, ya que en la jerga carcelaria el que se escapa cobra notoriedad y prestigio.

En este contexto, Meza conformó una banda de “soldados” que reclutaba para robar pertenencias de otros reos, sobre todo zapatillas y mercadería que usaba como propias o utilizaba como moneda de cambio por cigarrillos, droga y todo tipo de favores que se dan en la cárcel.

“Eran unos diez soldados que robaban para él. Amenazaban y golpeaban y, si hacía falta, usaban facas para lastimar a las víctimas que se resistían. En una oportunidad los guardias encontraron a un interno todo cortado, quien contó lo que había pasado y apuntó a Meza como el responsable. Se inició una investigación y se determinó que fueron varias las víctimas de la misma banda”, indicó un vocero.

Según se estableció, algunos de los reclutados por Meza primero fueron sus víctimas, por lo que los habría obligado a trabajar a su favor mediante amenazas y golpes.

Las autoridades carcelarias recepcionaron varias denuncias internas y en 2015 decidieron su traslado del Penal de Loreto, donde permaneció hasta la semana pasada que se firmó su regreso a Oberá, algo que venía reclamando desde hace años para estar más cerca de su familia.

Un muerto y la fuga

Una disputa por el liderazgo dentro del “rancho” fue el disparador para el asesinato de Rafael Rodolfo Núñez (34) a manos de Marcelo Roberto López (23), hace ya doce años, circunstancia que Meza aprovechó para fugarse de la cárcel de Oberá.

Para cumplir su cometido el homicida utilizó una faca hecha con un encendedor como mango y parte de una cuchara sopera como hoja. Fueron tres los puntazos que recibió la víctima, uno bajo la tetilla izquierda que le perforó el corazón y le ocasionó la muerte en pocos minutos. Ambos estaban procesados por homicidio.

El hecho ocurrió el 16 de febrero de 2012, alrededor de las 21.05, cuando los internos volvían a las celdas tras el último recreo. Sin mediar palabra, según testigos, López extrajo el elemento cortante de entre sus ropas y apuñaló a Núñez, que cayó malherido.

Fue entonces que aprovechando el tumulto, la desesperación y las corridas, Meza entró en acción y se ofreció para ayudar a los uniformados a trasladar el cuerpo de Núñez hasta el vehículo que lo llevaría hasta el Hospital Samic.

Luego de dejar al herido en el transporte, el exboxeador aprovechó la distracción de los guardias y se dio a la fuga en la oscuridad de la noche. Corrió por un yerbal lindero a la cárcel, entró al monte y se perdió su rastro. Tal vez, si hubiera planeado la fuga de otra forma el resultado no habría sido tan efectivo.

“Salimos afuera con los guardias y pusimos al compañero herido en el móvil. Ellos volvieron adentro y me encontré que estaba afuera solo. Y bueno, me retiré del penal. Vi la oportunidad y salí, como haría cualquiera”, relató él mismo al entregarse, cinco días después.

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