Son oriundos de Posadas y crearon el negocio a partir de una tecnología que es auge en el mundo. Si bien el grueso de la demanda es en la capital provincial, hay pedidos desde otras zonas de Misiones e incluso del país.
En los últimos años, la impresión 3D cobró notoriedad en el país y el mundo entero y generó diversos emprendimientos e industrias que se abocan a la creación de imágenes tridimensionales mediante la superposición de capas sucesivas de materiales.
En Posadas, Gastón Veliz (28) y Luis Imlauer (26) decidieron apostar a un mercado que cada vez gana más adeptos en el mundo. Fue en 2019, después de varias investigaciones en torno a los usos y las potencialidades de las impresoras de este tipo, cuando decidieron comprar una, primero a modo de experimento para luego abrir su propio negocio llamado Polygon Impresiones 3D.
Primero comenzaron con pequeñas figuras de dibujos animados para después producir soportes de computadoras y celulares, y hasta pedidos para repuestos de monopatines y de cañas de pescar. El abanico de posibilidades es amplio, de acuerdo a lo que el cliente decida materializar en la tercera dimensión.
“No había nadie conocido haciendo eso. La impresión 3D es una tecnología que nos resultó accesible por la disponibilidad en ese momento, de tener una tecnología que no había mucha oferta en Posadas, y un desafío de poder ver cómo funciona y se puede hacer cualquier cosa. Es de ver en la computadora una imagen, apretar un botón y hacerlo real mediante la impresión”, explicó Luis, uno de los fundadores de la iniciativa.
Tras la compra de la primera impresora, que en 2019 costaba 28.000 pesos, fueron sumando progresivamente otras tres que constituyen la totalidad del emprendimiento.
“Uno de los principales motivos, al menos personal, es la flexibilidad de todo lo que podés hacer con una impresora 3D. Partes que conforman un mecanismo, hasta repuestos de cosas, cualquiera sea. Se trata de materializar cosas. Las posibilidades de trabajo son muchas y eso nos llamó la atención, de inventar cosas y que prácticamente no hay límites”, agregó Gastón al respecto de la iniciativa que en los últimos meses cobró notoriedad en la capital provincial.
De la curiosidad a la realidad
En septiembre de 2019 nació la iniciativa, luego de una charla entre los amigos tras varias horas de investigación autodidacta sobre la funcionalidad de la impresión 3D.
Después de ver varios modelos compraron la primera impresora que dio inicio al emprendimiento, junto con algunos kilos de filamento, insumo clave para la materialización visual.
Al tratarse de una propuesta que hasta ese entonces era poco conocida y explotada por estas latitudes, decidieron crear la demanda. Los primeros trabajos fueron algunas figuras de dibujos animados reconocidos mundialmente. Luego, ya en la fase más estricta del confinamiento en 2020, decidieron ampliar la oferta y diseñaron los primeros soportes para celulares y notebooks, adaptándose a los requerimientos en tiempos de trabajo remoto y clases virtuales.
“Los primeros meses fueron complicados porque era difícil poner un precio, y no es el mismo parámetro que Mercado Libre, por ejemplo. En ese momento se salió a ofrecer determinados productos que teníamos en algunos locales antes de la pandemia. Luego, nos encaminamos hacia una tienda virtual a través de Instagram, mostrando los trabajos a través de un catálogo según los productos que la clientela misma nos fue pidiendo”, contó Luis.
Actualmente, gran parte de los pedidos se recepcionan por redes sociales, siendo Instagram su principal carta de presentación, ya que la mayoría de la clientela son jóvenes que utilizan y se comunican por esta red. De esa parte se encarga Victoria Imlauer (22), hermana de Luis, quien hace pocos meses se incorporó a la iniciativa, además de realizar el proceso artístico, de darle el toque final.
Tanto Gastón como Luis relataron que buena parte de la demanda se concentra en Posadas. Sin embargo, gracias a las redes sociales, lograron llegar a otros puntos de la provincia, e incluso recibieron un pedido desde Neuquén, hasta entonces el encargo más lejano.
Materializar las imágenes
La impresión de una determinada imagen varía dependiendo del tamaño de la figura y la complejidad que posee. El proceso puede demorar desde cinco hasta superar las 20 horas. En todo momento la impresora trabaja, materializando por diferentes capas.
“A través de un programa, se escribe un determinado código que lee la impresora para dar la orden y dar paso a la figura. El programa se llama Slicer (cortadora en español), y se encarga de cortar la imagen en muchas capas horizontales. A su vez, genera la trayectoria que le servirá al cabezal de impresión para ir creando, capa por capa, la pieza a imprimir”, describió Gastón.
Una vez terminada la impresión, se procede a pintar el trabajo, que concluye con el color del filamento empleado.
“Dependiendo del diseño y de cómo concluya el trabajo la impresora, se lija y limpia. Como muchos son dibujos, se pintan con acrílicos y hacerlo semejante a cómo es la imagen en cuestión”, detalló Victoria.
“Hay meses en los que la impresora está funcionando todo el tiempo, y se hace un mantenimiento constante para que ande correctamente. Y por mes más o menos invertimos unos quince kilos de filamentos, que más o menos están unos 1.500 pesos por kilo”, relató Luis.
Expandir la tecnología
Luis, Gastón y Victoria coincidieron en el potencial de la impresión 3D como industria y actividad, y que el objetivo a corto y mediano plazo será consolidar el negocio en el mercado misionero, que aún desconoce de los alcances y de la producción en sí.
“Queremos buscar y sumar más gente, que sea comprometida y así terminar de expandirnos a nivel local y nacional, que nosotros podamos hacer productos para otras provincias”, comentó Luis.
Y luego finalizó: “El objetivo más adelante será continuar con la expansión con más tecnología que está en constante crecimiento y en el que hay mucha competencia. Queremos sumar nuevas técnicas, con nuevos materiales. Traer máquinas e iniciativas que hasta el momento no hay en el Nordeste argentino”.
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